El cabo Finisterre es el origen de innumerables leyendas gallegas que han perdurado hasta nuestros días. El misticismo de este lugar, su paisaje y su tranquilidad, impactan a cualquier viajero. Para nosotros, llegar hasta aquí significaba culminar la ruta por la Costa da Morte que nos había llevado por las mejores playas y pueblos del litoral gallego, desde Santiago hasta Muxía.
Finisterre es un lugar mágico y de un gran simbolismo, porque es aquí donde termina el camino para muchos peregrinos. De hecho, se trata del segundo lugar más visitado de toda Galicia, después de Santiago de Compostela. Además, una de las recompensas simbólicas más importantes que se llevan los peregrinos al llegar a Fisterra – como se conoce en galego – es el primer y único contacto con el mar de todo el Camino de Santiago. Solo al llegar a Finisterre se puede ver la inmensidad del océano, que para muchos místicos simboliza el fin del mundo, o el inicio de la tierra de los muertos.
Atardecer en Finisterre, la morada del astro rey
Llegamos a Finisterre un poco antes de lo previsto, ya que nuestro gran objetivo es ver el atardecer en el cabo. El viento nos recibe soplando con fuerza, dejando claro que en estos lares la naturaleza es quien manda. El sendero que conduce hasta el faro es precioso, y para los peregrinos que han realizado todo el camino, llegar hasta este lugar místico se convierte en la mejor recompensa.
Es inevitable ver a todos los peregrinos – y los que no lo son también – hacerse fotografías con la última señal del Camino de Santiago, que apunta directamente al mar. El hecho de apuntar al mar posiblemente tenga que ver, según algunos expertos, con la expiación del alma después de haber completado el camino. Para otros viajeros, más prácticos, significa un momento memorable digno de inmortalizar.
El Faro de Finisterre nos sorprende por su belleza, y por ser el último bastión del mundo conocido para los antiguos romanos. Sus formas rectilíneas, sus ventanales con marcos de madera pintados de verde y el enclave en el que se encuentra lo hacen especial. La luz de la tarde aún no se ha vuelto cálida, ya que el Sol se alza aún sobre nuestras cabezas. Aún así, la estampa resulta impactante.
El faro fue construido en 1853, momento en que fue necesario crear un vigía para evitar más desastres en las revueltas aguas de la Costa da Morte. La torre mide 17 metros y la luz del faro alcanza más allá de las 30 millas náuticas, todo un referente de la costa atlántica.
Pero si el cabo Finisterre es un lugar místico, es porque este lugar fue considerado por varias civilizaciones como un punto de encuentro divino. Seguramente una de las leyendas e historias más conocidas es la del Ara Solis, un supuesto altar al Sol creado por los fenicios para venerar al rey de los astros. Cada tarde, al ponerse el Sol, los antiguos le rendían pleitesía para que les concediera su favor más preciado: la fertilidad. Y es que, para estas civilizaciones, el Sol era la fuente de vida de todo lo que ocurría en la Tierra, desde la agricultura a la fertilidad de hombres y mujeres. Según la tradición jacobea, en cambio, este altar fue encontrado por primera vez por los romanos, y destruido después por el apóstol Santiago en nombre de la cristiandad.
El lugar exacto en el que se encontraría el Ara Solis se desconoce, aunque existen algunas teorías que defienden que su localización original sería Muxía. De ser así, gran parte de la historia de esta zona cambiaría radicalmente. Otros, en cambio, defienden que el islote que se encuentra justo en frente del cabo – conocido como Ara Solis – sería el altar original. De hecho, aseguran que la línea del horizonte que marca el océano y el Sol representan el cáliz y la hostia del escudo de Galicia.
De una forma u otra, nosotros estábamos allí, preparados para contemplar ese momento mágico que lleva fascinando al ser humano desde el origen de los tiempos: los atardeceres. Parece mentira que después de tantos siglos aún sigamos venerando al Sol de la forma en que lo hacemos. Por mucho que pasen los milenios, la naturaleza siempre está y estará ahí para recordarnos nuestros instintos más primarios, esos que nos vinculan con la tierra y los astros.
Esperamos casi dos horas frente al mar, en silencio, a que el Sol cayese definitivamente por el horizonte y desapareciera. En ese transcurso de tiempo pudimos ver a muchas personas amontonarse alrededor de la bota del peregrino, mientras el Sol iba tiñendo el cielo y el mar de tonos cada vez más cálidos. A pesar de que las nubes nos impidieron ver el atardecer en todo su esplendor, el recuerdo que nos llevamos de Finisterre es único.
Antes de salir de las inmediaciones del cabo, nos dijimos el uno al otro que tarde o temprano volveríamos por la Costa da Morte. Y, desde luego, será más temprano que tarde.
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La foto del atardecer en el mar es brutal!!! Un besazo enorme y seguir así de bien! Me encantan vuestros post! 😘😘
¡Muchas gracias viajera! Comentarios como el tuyo nos alegran el día 😀
Hola viajeros
Muy curradas las fotos, este lugar es de postal, de una belleza incomarable y estoy convencido que como vosotros me pasarias oteando el horizonte del fin del mundo. Leyendo el post me ha llamado la atencion lo del Ara Solis y lo del Faro de Finisterre o Fisterra, ni que decir que como buen peregrino que soy, tocaria la bota del peregrino y seria la culminacion de mi peregrinacion el hacerme fotos tocando la ultima señal.
Un abrazo, seguid asi artistas.
Victor
Hola al titular del blog y viajeros-as,
Felicitación – reconocimiento por las fotos y textos publicadas en este blog, de interés para una primera aproximación, así como por la proporcionalidad de lo publicado sin caer en la exageración para los navegadores.
Acabo de regresar de un viaje al Cabo Finisterre, la villa del mismo nombre, su colindante Corcubión y Cee, resaltando el interés turístico – cultural y trato en hotel y restaurante en días de confinamiento por Covid 19.
Un cordial saludo,
Antonio